lunes, 8 de diciembre de 2008

FORTALEZA DE POENARI.-



Poenari, parcialmente en ruinas, es un verdadero "nido de águilas" al que se accede subiendo mil peldaños, construido en la cima del abrupto y boscoso desfiladero del río Arges por el príncipe Basarab I en el siglo XIV.
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Las filmaciones que revelarán paisajes salvajes y monumentos de rara belleza se realizan también en la antigua capital valaca Curtea de Arges, conocida hoy como panteón de los reyes rumanos.
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La fortaleza de Poenari inspiró en el siglo XIX al escritor francés Julio Verne para su novela "El Castillo de los Cárpatos".
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BASARAB I
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Basarab I fue dueño del principado Valaquia desde, quizás, 1310, y hasta 1352. Es llamado a veces "Întemeietorul" ("El Fundador"), debido a su papel en la creación del estado, junto con su posición de antecediente común de los dueños de la dinastía Basarab.
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Su nombre es probablemente de origen cumano, significando "El Rey Padre", derivado de "basar" - "reinar" y "aba" - "padre". En el siglo XIX, Bogdan Petriceicu Haşdeu propuso la variante que el nombre era autóctono, proviniendo de "ban" significando "dueño", y de la palabra dácica "saraba", significando "cabeza" (todavía presente en algunas regiones rumanas con la forma "sarâmb"), pero ésta etimología es en general negada por los especialistas.
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El padre de Basarab, Thocomerius (cuyo nombre fue considerado de origen eslavo, y ahora cumano), fue probablemente el primer voivoda en gobernar la Valaquia entera. Basarab llegó a ser vasallo del Reino de Hungría, pero entre 1324-1325, empezó su lucha en contra del rey húngaro. En un documento húngaro de Carlos I (del 26 de julio de 1324) Basarab es llamado "nuestro voivoda transalpino"",[1] y, solamente un año después, en un diploma del 18 de julio de 1325, es llamado "Basarab transalpino, no leal a la corona santa del rey".[2]
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En 1330 Basarab derrotó al rey húngaro Carlos I en la Batalla de Posada, ganando de ésta manera la independencia de Valaquia. Una de las crónicas más importantes que atestan éste evento es el "Chronicon Pictum".
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El castillo de los Cárpatos fue publicado cinco años antes que el Drácula de Bram Stoker. No se puede hablar de influencias de Verne en el inglés y las similitudes existentes no dejan de ser anecdóticas: la ubicación del castillo, la personalidad del Barón, mucho menos poderoso y malvado que Drácula, pero muy similar a varios personajes de Verne (Nemo, Robur, Sandorf...), la historia romántica tan al uso de la época y el enamoramiento por parte del ser malvado hacia la protagonista.
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Otros autores relacionan El Castillo de los Cárpatos con Consuelo de George Sand, amiga de Verne y presuntamente quien le acompañó a los círculos iniciáticos de la época, Julio Verne, pertenecía a la Sociedad de la Niebla, también conocida como Orden Angélica (Phileas Fog, el conocido protagonista de la Vuelta al mundo en 80 días, significa literalmente "Hijo de la Niebla", significa literalmente . Los estudiosos relacionan a Stilla con Porporina, la protagonista de la obra de Sand, pues algunas descripciones son muy similares.
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El tema de la no-muerte es recurrente en muchas obras del propio Verne, como en El testamento de un excéntrico, Mistress Branican, La esfinge de los hielos y Mathias Sandorf.
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El castillo de los Cárpatos (en francés: Le Château des Carpathes ) es una de las obras literarias menos conocidas del escritor francés Julio Verne. Publicada en 1892,2 se trata de una obra fantástica alejada de la temática “científica” de Verne, donde algunos autores ven una de las mejores y más románticas historias “vampíricas” de la literatura.
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SIPNOSIS
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La Stilla es una gran cantante de ópera, aclamada por el público y elogiada por la crítica. Uno de sus más fervientes admiradores es el Barón de Gortz, asiduo a sus representaciones, un enigmático personaje con medios suficientes para seguir a la artista por todo el mundo, su única pasión. El noble nunca se ha acercado a la cantante, nunca le ha escrito, nunca había intentando verla fuera de escena, pero su voz ha llegado a ser una necesidad imperiosa en su vida. Sólo le acompaña el no menos enigmático Orphanik, un inventor tuerto y macilento que vive a expensas de su amo.
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En una gira por Nápoles, el joven y aventurero Conde de Telek, de Valaquia, se enamora profundamente (incluso se podría decir que de una forma enfermiza) de Stilla y le pide su mano en matrimonio. Ella acepta y comienza a extenderse el rumor de su retirada de los escenarios, en su apogeo, quizás para librarse de su misterioso admirador.
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La noticia provoca celos y odios hacia el Conde de Télek, que llega a recibir amenazas a las que no da importancia. Sin embargo, el Barón sufre una profunda crisis e incluso intenta el suicidio. Deprimido, acude a la última representación de la ópera “El Orlando”, donde Stilla borda el papel de Angélica.
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En la última escena, en que la heroína muere, Stilla, maravilla a los espectadores con el aria: “Innamorata, mio cuore tremane, Voglio morire”... De repente, el Barón de Gortz muestra su cara fuera del palco y sus ojos brillantes en un rostro de inmaculada palidez aterrorizan de tal manera a la cantante que queda paralizada, se lleva una mano a la boca, ensangrentada, vacila y cae...
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Telek enloquece con la muerte de su amada, que es enterrada en Nápoles. A su tumba se acerca solitario Rodolfo de Gortz, como si esperara que la voz de la Stilla surgiese de ultratumba. Al día siguiente marcha al extranjero, tras culpar en una carta a Franz de Telek de la muerte de su amada.
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Sólo unos meses después, comienzan a ocurrir hechos extraños en el Castillo de los Cárpatos, propiedad del Barón de Gortz, cerca de Werst, en el desfiladreo de Vulcano. Los habitantes de la zona hablan de humo, imágenes y una voz prodigiosa que surge de la fortaleza presuntamente abandonada. Un curioso vendedor de supercherías del pueblo, Frick, hace correr los rumores por todo la comarca mientras el doctor Patak y un joven local, Nic Deck, vuelven atemorizados de su visita al castillo.
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Telek se recupera en su patria y parte de viaje turístico por los alrededores de sus posesiones, junto a su fiel sirviente Rotzco. Gracias a la indiscreción del señor Koltz y de su hija Miriota sabe de la historia del castillo y de su dueño. Franz de Telek permanece silencioso, pero Koltz está decidido a entrar con la autoridad competente en el castillo para desentrañar la verdad de los espíritus y la voz.
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Tras recorrer toda la región, Transilvania, recogiendo información sobre el Barón de Gortz, presuntamente desaparecido hace algún tiempo, el Conde de Telek se acerca al castillo acompañado del resto de protagonistas y allí, asombrado, se le aparece el espíritu de Stilla, con su traje de Angélica, cantando “El Orlando”. Trastornado por la visión, seguro de que su amada ha resucitado gracias a las artes de su enemigo, creyéndola en su poder, Franz acude al castillo esa misma noche y queda atrapado por algún sortilegio que cierra el puente levadizo antes de que pueda volverse con sus amigos.
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Desorientado por el interior del castillo, que a pesar de parecer destartalado en el exterior tiene un notable lujo en el interior, es testigo de luces extrañas, de voces, susurros... Perdida la noción del espacio y el tiempo, sigue la voz de Stilla (“¡Andiamo, mio cuore, andiamo!”) que le guía hacia la cripta, donde queda atrapado sin salida.
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El Barón de Gortz se encuentra con Telek.
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Más loco que cuerdo, sigue la voz hasta... la capilla, donde están enterrados los antepasados de Gortz; apenas abre un hueco en la desvencijada puerta para observar a Orphanik y la inconfundible figura de Rodolfo, Barón de Gortz, por el que parece no haber pasado ni un día desde Nápoles, con una larga melena gris peinada hacia atrás. Maestro y sirviente colocan unos extraños cilindros a lo largo de la estancia y conversan de matar a Telek, ajenos a su presencia, pues sus espías les han informado que el Conde acudiría al amanecer. Orphanik viaja a Bistritz y el malvado Barón queda en el castillo “para oír su voz”.
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Convencido de que las artes de Gortz habían mantenido al espíritu de Stilla prisionero de su castillo, escapa de su escondrijo forzoso y se dirige a las dependencias particulares del Barón. Allí le encuentra, inmóvil, sentado con una caja en sus manos. Cuando le ataca, la voz y la imagen de Stilla inundan la sala y Gortz despierta mientras Franz cae al suelo repitiendo que su amada está viva, tendiendo los brazos a su imagen. El Barón coge un cuchillo y ataca a la imagen de Stilla, que se rompe en mil pedazos de cristal, proclamando que la voz de la bella artista sólo es suya. Escapa de la sala ante la desolación de Franz y recibe un disparo de Rotzko que no le impide llegar al desfiladero del Vulcano cuando una gran explosión reduce a cenizas el gran torreón del castillo.
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El sirviente y Nic Deck rescatan el cuerpo del Conde de Telek, que sin embargo no está muerto, sino que ha enloquecido y sólo repite: “innamorata, voglio morire”.
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Tras capturar a Orphanik, se descubre que todo ha sido obra de un maniático melómano, el Barón de Gortz, que lejos de ser un brujo, encargó a su inventor que grabase en unos cilindros la voz de Stilla, incluyendo su última obra para oírlos en su castillo. Así mismo, el ingenioso inventor creó un sistema de espejos para que la imagen de Stilla, reflejada desde un retrato propiedad de su señor, pudiera verse en toda la casa . El disparo contra el Barón destruyó la caja donde guardaba las grabaciones, y loco de desesperación, se sepultó con su castillo, cayendo en la trampa que tenía preparada para su rival.
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Franz de Telek pierde la razón y sólo puede arrancarle una sonrisa oír la voz de Stilla que amablemente le servía su amigo Rotzko con los cilindros del Barón. A pesar de descubrirse el misterio, en la zona los niños siguen aprendiendo las leyendas del castillo, habitado... por la mejor voz del mundo.