viernes, 8 de agosto de 2008

El Barón Pierre de Coubertin.-


Pierre Fredy, barón de Coubertin, nació en París el 1 de enero de 1863, en el seno de una familia que por haber servido en la corte del rey Luis XI de Francia había recibido las cartas de nobleza en 1471. Pierre de Coubertin creció en Normandía, en la finca de Mirville propiedad de su familia.

Rechazó la carrera militar prevista por su familia, así como una carrera política prometedora. A la edad de 24 había decidido ya la dirección de su vida: él ayudaría a recuperar el noble espíritu de Francia reformando su sistema educativo falto de imaginación y pasado de moda.

Coubertin, cuyo padre era artista y cuya madre se dedicaba a la música, fue preparado en un ambiente culto y aristocrático. Tenía un profundo interés en los problemas de la educación. Para él, la educación era la llave al futuro de la sociedad, y él buscó los medios para hacer que Francia se levantara una vez más después de su derrota en la guerra en 1870.

Fue un deportista muy activo, pues practicaba deportes como boxeo, esgrima, hipismo, entre otros. Defendió siempre la idea que sostiene al deporte como base para el desarrollo moral, espiritual y social del individuo; convicciones que a temprana edad, lo llevaron a asegurar que reviviría a los juegos olímpicos.

Coubertin fue un deportista muy activo y practicaba el boxeo, esgrima, equitación y remo. Estaba convencido de que el deporte era la plataforma para el desarrollo moral y defendió su idea con una tenacidad raramente vista.

Fue esta convicción que le permitió anunciar a la edad de 31 años que deseaba restaurar los Juegos Olímpicos.

Hizo este anuncio durante una junta de la Unión Francesa de Sociedades de Deportes Atléticos (USFSA), de la cual fue Secretario general. Sin embargo, nadie creyó en él y no hubo mucho entusiasmo ni apoyo para los Juegos.

Coubertin, no obstante, no se desilusionó y fundó el 23 de Junio de 1894 el Comité Olímpico Internacional (COI) en una ceremonia que se llevó a cabo en la Universidad de Sorbona en París. El primer presidente de este comité fue Demetrius Vikelas (originario de Grecia).

Dos años más tarde, tras grandes esfuerzos y organización, se llevaron a cabo los primeros Juegos Olímpicos de la era Moderna en 1896 en la ciudad de Atenas en Grecia. Ese mismo año Coubertin fue elegido el segundo presidente del COI y mantuvo ese nombramiento hasta 1925

El año de su instauración el propio Coubertin dijo: "es preciso que, cada cuatro años, los Juegos Olimpicos reaturados den a la juventud universal la ocasión de un reencuentro dichoso y fraternal, con el cual se disipará poco a poco esta, ignorancia que mantiene los odios, acumula los malentendidos y precipita los acontecimientos en el destino bárbaro de una lucha sin cuartel" (Historia y Filosofia del Olimpismo, Conrado Durantez)

Debido a la Primera Guerra Mundial, Coubertin solicitó permiso para establecer el cuartel general del COI en Lausana, Suiza, que era un país neutral.

Pierre de Coubertin también ha sido valorado como pedagogo. Todos sus proyectos, incluyendo los Juegos, tenían el mismo objetivo del fortalecimiento del ser humano.

Para él, el Olimpismo representaba la capacidad de saborear la plenitud de la cultura, yuxtaponiendo la debilidad natural del ser humano con la confianza en la grandeza de su destino. A través del Olimpismo se crea un humanismo que esta por encima de todas las tentativas filosóficas, científicas y artísticas, para de esta manera incluir dichas tentativas en un mismo esfuerzo: el permitir que cada ser humano se reencuentre

Pierre de Coubertin se retiró del COI y el Movimiento Olímpico en 1925 para dedicarse a su obra pedagógica, que él la calificó como una “sinfonía incompleta”.

A la edad de 69 años, en 1931, publicó su obra “Memorias Olímpicas” en la cual enfatizó el carácter intelectual y filosófico de su causa y su deseo de “situar sin rodeos la misión del COI muy por encima de las simples agrupaciones deportivas”.

Murió repentinamente el 2 de septiembre de 1937 de un ataque cardíaco mientras paseaba por un parque de Ginebra. Así su “sinfonía” quedó incompleta.

Siguiendo la última voluntad de Coubertin, su cuerpo fue enterrado en Lausana y su corazón reposa en Olimpia, el motor espiritual de su ilusionado y fecundo quehacer.